Buenos Aires Herald editorial (versión en español a continuación)
It took less than 24 hours for President Javier Milei to proclaim he would veto a bill increasing funding for public universities. True to form, he announced this through his preferred vehicle, X, replying in all caps to his University Policy Undersecretary: “TOTAL VETO.”
The Law of University Financing would update the public university budget based on this year’s accumulated inflation and establish bimonthly inflation-related raises for all university personnel. This would be a tourniquet, not a cash infusion, for a higher education system that is desperately struggling due to lack of resources — but even this isn’t guaranteed. Congress upholding MIlei’s veto on the pensions bill this week shows that, even though the government holds a small minority in both houses, it has enough of the opposition onside that it can prevail even in decisions that require a two-thirds supermajority.
The funding issue alone is threatening to bring Argentina’s public university system, which has produced five Nobel laureates, to its knees. Yet, their modest cash flow being choked isn’t all Argentina’s public universities have to worry about.
Earlier this month, staff at the University of the Mothers of Plaza de Mayo arrived at work to find their entry barred by a cordon of police. Nominally, the building had been deemed unsafe to enter because the fire extinguishers were out of date. But in practice, this upped the ante in a series of attacks on the university which have also included imposing a new rector and cutting off its funding entirely. Hence the expired extinguishers.
Taken together, these show a pincer-movement attack on intellectual freedom in Argentina, that comes both in the form of starving universities of their budgets and assailing their academic autonomy.
Argentina has a storied history of independent universities — and it’s written in blood. Unlike in other regions of the world, it is illegal for police to go onto university campuses, so the sight of uniformed officers cordoning off the Mothers’ University was shocking and conjured dark memories.
In March, 1918, a group of students in Córdoba revolted against the ultra-conservative university management of the time and demanded changes. Until then, university departments had no independent oversight and were passed down as hereditary goods. Graduates had to swear over the Bible and libraries did not contain books by Darwin or Marx. The movement, which spread from there to the rest of the country and Latin America, spearheaded what became known as the University Reform.
The students’ main demands are core principles that are still upheld in Argentine universities: university autonomy (the right to choose its own ruling bodies); co-government (equality among students, professors, and graduates to take part in elections); modernization (constant curriculum reviews to include updated knowledge); free of tuition; and secular.
Different governments over the decades have tried to overturn this model. The most infamous incident is known as La noche de los bastones largos (The night of the long batons). Federal Police stormed into five different Schools of the University of Buenos Aires on July 29, 1966, to dislodge students, graduates, and faculty occupying the facilities in defiance of the military government’s decision to overthrow university autonomy. Over 400 people were arrested, countless labs and libraries were destroyed, and hundreds of professors either quit or were fired from their jobs.
The obvious question is why the government is doing this to its education system. Milei believes the state has no role in the public education system, recently claiming that those seeking more state funding are “fiscal degenerates who try to break and destroy society.” Perhaps his goal is for higher education in Argentina to transition to a private university system, similar to Chile and Colombia. This would certainly get those fusty old scholars off of the state’s balance books. He may even go so far as to argue that its benefits, in terms of zero fiscal deficit, would outweigh the grave social inequality that would surely be entrenched as a result, or that private universities could implement a voucher system strong enough to compensate. We beg to differ.
But even putting that point to one side for a moment, there’s a more immediate concern: if Argentina throttles its university research and development, how can it expect to develop the kind of cutting-edge, high-value technological industry that has proved crucial for development in so many emerging economies? Universities and the private sector are inextricably linked. If you cut off the former, nature will not simply heal. The value of high-quality research and higher education should be obvious to governments of all political stripes.
Some may argue that the University of the Mothers of Plaza de Mayo is a special case. The Mothers’ University is a small and relatively new institution with unique ties to Argentina’s human rights movement. But that doesn’t mean all the other public universities are safe. We should see them as the canary in the coal mine.
Nuestra preciada autonomía universitaria es atacada por varios frentes
Entre ajustes presupuestarios y despliegues policiales, la reconocida educación universitaria y la investigación argentina se enfrentan a una hostilidad alarmante del gobierno.
Al presidente Javier Milei le tomó menos de 24 horas declarar que vetaría una ley que aumenta el presupuesto de las universidades públicas. Fiel a su estilo, hizo el anunció a través de su instrumento favorito, X, respondiendole en mayúsculas a su subsecretario de políticas universitarias: “VETO TOTAL”.
La Ley de Financiamiento Universitario iba a actualizar el presupuesto universitario público en función de la inflación acumulada de este año y establecer aumentos salariales bimensuales atados a la inflación para todo el personal universitario. Sería un torniquete, y no una inyección de efectivo, para un sistema de educación superior que está luchando desesperadamente con la falta de recursos, pero ni siquiera esto está garantizado. El hecho de que el Congreso haya confirmado el veto de Milei al proyecto de ley de jubilaciones esta semana demuestra que, si bien el gobierno tiene una pequeña minoría en ambas cámaras, tiene suficiente parte de la oposición de su lado como para prevalecer incluso en decisiones que requieren una supermayoría de dos tercios.
La cuestión del financiamiento por sí sola amenaza con poner de rodillas al sistema universitario público argentino, que ha producido cinco premios Nobel. Sin embargo, la estrangulación de su modesto presupuesto no es lo único de lo que tienen que preocuparse las universidades públicas argentinas.
A principios de este mes, el personal de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo llegó a sus puestos de trabajo y se encontró con que un cordón policial les impedía la entrada. En teoría, el edificio había sido considerado inseguro para entrar porque los extintores estaban caducados, pero en la práctica, esto fue otro paso más en una serie de ataques a la universidad, que también incluyeron la imposición de un nuevo rector y el corte total de su financiamiento. De ahí los extintores caducados.
En conjunto, estos ataques actúan como una pinza contra la libertad intelectual en Argentina, que se manifiesta tanto en la forma de privar a las universidades de sus presupuestos como de un ataque a su autonomía académica.
Argentina tiene una historia de independencia universitaria, que fue escrita con sangre. A diferencia de otras regiones del mundo, es ilegal que la policía ingrese a los campus universitarios, por lo que la imagen de uniformados acordonando la Universidad de las Madres fue impactante, y trajo recuerdos oscuros.
En marzo de 1918, un grupo de estudiantes de Córdoba se rebeló contra la gestión universitaria ultraconservadora de la época y exigió cambios. Hasta entonces, los departamentos universitarios no tenían una supervisión independiente y se transmitían como bienes hereditarios. Los graduados debían jurar sobre la Biblia y las bibliotecas no contenían libros de Darwin o Marx. El movimiento, que se extendió desde allí al resto del país y a América Latina, encabezó lo que se conoció como la Reforma Universitaria.
Las principales demandas de los estudiantes eran principios básicos que aún se mantienen en las universidades argentinas: autonomía universitaria (derecho a elegir sus propios órganos de gobierno); cogobierno (igualdad entre estudiantes, profesores y graduados para participar en elecciones); modernización (revisión constante de los planes de estudio para incluir conocimientos actualizados); gratuidad; y laicidad.
A lo largo de las décadas, diferentes gobiernos han intentado derribar este modelo. El incidente más infame fue conocido como “La noche de los bastones largos”. El 29 de julio de 1966, la Policía Federal irrumpió en cinco facultades diferentes de la Universidad de Buenos Aires para desalojar a estudiantes, graduados y profesores que ocupaban las instalaciones en desafío a la decisión del gobierno militar de eliminar la autonomía universitaria. Más de 400 personas fueron arrestadas, innumerables laboratorios y bibliotecas fueron destruidos y cientos de profesores renunciaron o fueron despedidos de sus trabajos.
La pregunta obvia es por qué el gobierno está haciendo esto con su sistema educativo. Milei cree que el Estado no debe tener ningún papel en el sistema de educación pública, y hace poco afirmó que quienes buscan más fondos estatales son “degenerados fiscales que intentan romper y destruir la sociedad”. Tal vez su objetivo sea que la educación superior en Argentina se transforme en un sistema universitario privado, similar a los de Chile y Colombia. Eso sí que sacaría a todos esos viejos académicos anticuados de los balances financieros del estado. El presidente incluso puede hasta argumentar que los beneficios de un sistema privado, en términos de déficit fiscal cero, serían más importantes que la grave desigualdad social que seguramente implicaría como resultado, o que las universidades privadas podrían implementar un sistema de vouchers lo suficientemente fuerte como para compensar. No estamos de acuerdo.
Pero incluso si dejamos de lado ese punto por un momento, hay una preocupación más inmediata: si Argentina limita la investigación y el desarrollo universitario, ¿cómo puede esperarse que desarrolle el tipo de industria tecnológica de vanguardia y alto valor que ha demostrado ser crucial para el desarrollo en tantas economías emergentes? Las universidades y el sector privado están inextricablemente vinculados. Si uno recorta las universidades, el sistema no vuelve a crecer naturalmente. El valor de la investigación y la educación superior de alta calidad debería ser obvio para los gobiernos de cualquier partido político.
Algunos pueden argumentar que la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo es un caso especial. La Universidad de las Madres es una institución pequeña y relativamente nueva con vínculos únicos con el movimiento de derechos humanos de Argentina. Pero eso no significa que todas las demás universidades públicas estén a salvo. Por el contrario, deberíamos verla como el canario en la mina de carbón.