Buenos Aires Herald

Venezuela needs dialogue, not repression

VENEZUELA - DIASPORA-ELECTIONS - ARGENTINA

Photographer : Anita Pouchard Serra

Buenos Aires Herald editorial

Venezuela is at a critical juncture. On July 28, Venezuelans went to vote in elections that pitted incumbent President Nicolás Maduro against diplomat Edmundo González Urrutia. The Venezuelan authorities claim Maduro won with 51.2% of the vote. But electoral observers have stated that the election fell far short of international standards. To date, the government has failed to release tally sheets and disaggregated data. Without this, it is impossible to verify the results Maduro is claiming. 

At the time of writing, Venezuelan human rights organizations report that 11 people have been killed and 988 arrested in the protests that broke out across the country. Countless others have been injured.

Ahead of the elections, the Maduro government banned the winner of the opposition primary, María Corina Machado, from competing. This was the last link in a long chain of authoritarian political actions, which also includes grave attacks on democracy such as the dissolution of Venezuela’s Congress in 2017.

The current situation represents a dramatic escalation of the crisis in Venezuela, but the situation there has been critical for several years. The country has experienced an economic and humanitarian crisis so severe that around a quarter of the population has left the country. 

UN-appointed experts have said that Venezuela has been committing crimes against humanity, including unlawful executions, forced disappearances, and torture, dating back to 2014. Human Rights Watch found that police and security forces killed almost 18,000 people for “resisting authority” between 2016 and 2019. 

In this context, the threat to the Venezuelan population, especially those exercising their democratic right to protest, is extreme. The Maduro administration must immediately halt the policy of clamping down on these protests with mass arrests, and release hundreds of protesters who have been unfairly detained. He must also act to stop violence at the hands of the pro-government paramilitary gangs known as colectivos.

The average Venezuelan adult lost 11 kilos in 2017 because of critical food shortages. Venezuela’s economic difficulties were significantly compounded by, although not caused by, debilitating U.S.-led sanctions on the oil sector. Sweeping sanctions are a blunt and violent instrument that hits regular civilians the hardest. While the U.S. may tighten sanctions on Venezuela in light of the current events, insisting on a blunt instrument that invariably hits regular citizens the hardest is not the answer.

Argentina’s state response to the situation in Venezuela has failed to live up to its responsibilities as a respected actor on Latin America’s diplomatic stage. Before the official announcement had even been made, Argentina’s President Javier Milei took to X to accuse Maduro of stealing the elections and call him a “dictator.” 

Maduro responded with childish insults, topping it off by challenging Milei to a boxing match. The next day, Venezuela announced it would expel Argentina’s diplomatic mission to Venezuela — one of seven countries Caracas took issue with for questioning the election results — and recall its own diplomats from Buenos Aires. Six Venezuelan opposition aides have been inside the Argentine embassy since March, when they sought political asylum and were refused safe passage out of the country. 

The 220,000 Venezuelan nationals who have rebuilt their lives in Argentina have abruptly lost consular representation, putting essential paperwork such as passport applications and travel requests on hold. They deserve better.

This is not the first time that the Venezuelan government has faced accusations of electoral foul play. International skepticism surrounded many of the electoral victories of the late former President Hugo Chávez, going back as far as the 1998 election that first took him to power. 

While international observers, among them the prestigious Carter Center, vetted the 2004 referendum and the 2012 elections, other instances have been considered a sham, most notably the 2018 election, where key opposition parties boycotted the process after their main leaders had been barred from participating.

The Carter Center’s damning report on Sunday’s election is a noteworthy distinction compared to its past work in Venezuelan elections. The NGO stated that the current electoral process “violated numerous provisions of its own national laws” and took place “in an environment of restricted freedoms for political actors, civil society organizations, and the media.” During election day, electoral authorities demonstrated a “clear bias in favor of the incumbent.”

The situation in Venezuela should be resolved through political and diplomatic channels, not through the brutal repression of the civilian population. In this context, Argentina should live up to its diplomatic role in previous conflicts by working actively with regional leaders to find a peaceful route out of the crisis. The petty mud-slinging we have seen so far is a disservice to us all.

Cover photo by Anita Pouchard Serra

Venezuela necesita diálogo, no represión

El gobierno de Maduro debe replegar a sus fuerzas de seguridad y negociar. La respuesta del estado argentino no ha ayudado en absoluto a ese objetivo.

Venezuela se encuentra en un momento crítico. El 28 de julio, los venezolanos fueron a votar en unas elecciones en las que se enfrentaron el actual presidente Nicolás Maduro y el diplomático Edmundo González Urrutia. Las autoridades venezolanas afirman que Maduro ganó con el 51,2% de los votos, pero los observadores electorales han declarado que las elecciones estuvieron muy por debajo de los estándares internacionales. Al día de hoy, el gobierno no ha publicado actas ni datos desglosados. Sin ellos, es imposible verificar los resultados que afirma Maduro.

Al momento de escribir este artículo, las organizaciones de derechos humanos venezolanas informaron que 11 personas han muerto y 988 han sido detenidas en las protestas que estallaron en todo el país. Muchas otras han resultado heridas.

Antes de las elecciones, el gobierno de Maduro prohibió a la ganadora de las primarias de la oposición, María Corina Machado, competir en las elecciones. Este fue el último eslabón de una larga cadena de acciones políticas autoritarias, que también incluye graves ataques a la democracia, como la disolución del Congreso de Venezuela en 2017.

La situación actual representa una dramática escalada de la crisis en Venezuela, pero la situación allí ha sido crítica durante varios años. El país ha experimentado una crisis económica y humanitaria tan grave que alrededor de una cuarta parte de la población ha abandonado el país.

Expertos designados por la ONU han declarado que Venezuela ha cometido crímenes de lesa humanidad, incluidas ejecuciones ilegales, desapariciones forzadas y tortura, desde 2014. Human Rights Watch concluyó que la policía y las fuerzas de seguridad mataron a casi 18.000 personas por “resistencia a la autoridad” entre 2016 y 2019.

En este contexto, la amenaza a la población venezolana, especialmente a quienes ejercen su derecho democrático a la protesta, es extrema. El gobierno de Maduro debe detener de inmediato la política de represión de estas protestas con arrestos masivos y liberar a cientos de manifestantes que han sido detenidos injustamente. También debe actuar para detener la violencia a manos de las bandas paramilitares pro gobierno conocidas como colectivos.

El adulto venezolano promedio perdió 11 kilos en 2017 debido a la escasez crítica de alimentos. Las dificultades económicas de Venezuela se vieron significativamente agravadas — aunque no causadas — por las sanciones debilitantes que Estados Unidos aplicó al sector petrolero. Las sanciones radicales son un instrumento contundente y violento que golpea con más dureza a la gente común. Si bien Estados Unidos puede endurecer las sanciones a Venezuela a la luz de los acontecimientos actuales, insistir en un instrumento contundente que invariablemente daña más a los ciudadanos comunes no es la solución.

La respuesta estatal de Argentina a la situación en Venezuela no ha estado a la altura de sus responsabilidades como actor respetado en el escenario diplomático de América Latina. Antes de que se hiciera el anuncio oficial, el presidente de Argentina, Javier Milei, acusó a Maduro de robar las elecciones y lo llamó “dictador”.

Maduro respondió con insultos infantiles y, para colmo, desafió a Milei a una pelea de boxeo. Al día siguiente, Venezuela anunció que expulsaba a la misión diplomática de Argentina en Venezuela (uno de los siete países con los que Caracas se enfrentó por cuestionar los resultados electorales) y retiraría a sus propios diplomáticos de Buenos Aires. Seis asesores de la oposición venezolana han estado dentro de la embajada argentina desde marzo, cuando solicitaron asilo político y se les negó un salvoconducto para salir del país.

Los 220.000 ciudadanos venezolanos que han reconstruido sus vidas en Argentina han perdido abruptamente su representación consular, lo que ha puesto en suspenso trámites esenciales como solicitudes de pasaportes y solicitudes de viaje. Merecen algo mejor.

Esta no es la primera vez que el gobierno venezolano enfrenta acusaciones de juego sucio electoral. El escepticismo internacional rodeó muchas de las victorias electorales del fallecido expresidente Hugo Chávez, desde la elección de 1998 que lo llevó por primera vez al poder.

Si bien los observadores internacionales, entre ellos el prestigioso Centro Carter, examinaron el referéndum de 2004 y las elecciones de 2012, otros casos han sido considerados una farsa, en particular las elecciones de 2018, en las que los principales partidos de la oposición boicotearon el proceso luego de que se les prohibiera participar a sus principales líderes.

El condenatorio informe del Centro Carter sobre las elecciones del domingo es una clara distinción con respecto a su trabajo anterior en elecciones venezolanas. La ONG afirmó que el actual proceso electoral “violó numerosas disposiciones de sus propias leyes nacionales” y se llevó a cabo “en un entorno de libertades restringidas para los actores políticos, las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación”. Durante la jornada electoral, las autoridades electorales demostraron un “claro sesgo a favor del gobierno”.

La situación en Venezuela debe resolverse a través de canales políticos y diplomáticos, no a través de la brutal represión de la población civil. En este contexto, Argentina debería estar a la altura de su papel diplomático en conflictos anteriores y trabajar activamente con los líderes regionales para encontrar una salida pacífica a la crisis. Los intercambios de insultos mezquinos que hemos visto hasta ahora nos perjudican a todos.

Foto de portada de Anita Pouchard Serra

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