Hungry children can’t wait for the ‘economic miracle’

While a million children go to bed hungry each day, the government is fighting tooth and nail to withhold food. It’s unconscionable

Child poverty in Argentina. Photo: Télam

Buenos Aires Herald editorial (en español a continuación)

It’s Children’s Day in Argentina on Sunday, an occasion when kids of all ages receive gifts and enjoy a festive lunch with friends and family. It’s a commercial holiday, but it drives home a universal truth: protecting and celebrating our youth should always be our priority.

In 2024, that mission is becoming increasingly difficult. The recession the government has engineered to tame inflation is plunging more people into poverty — and too many were poor already. This is harming people of all ages, but the toll it’s taking on children is devastating. 

The Casa Rosada published a video of stock footage of children jumping and drawing on blackboards, greeting them for Children’s Day — taking a jab at so-called “gender ideology” as it did so — and claiming to be “working tirelessly for their wellbeing and the fulfillment of their rights.”

The numbers tell a very different story. More than a million children in Argentina skip at least one meal a day, according to a UNICEF report published Tuesday. Seven in every 10 children were poor in the first three months of the year, according to official figures analyzed by the Catholic University of Argentina. In the same period, overall poverty was close to 54% and indigence, 20%, a massive increase on in 2023, according to a recent Torcuato Di Tella University report.

The government should be tackling this tragedy head-on. Instead, it is fighting tooth and nail to continue withholding food from the hungry. In May, journalists revealed that 5,000 tonnes of food were being stockpiled in state warehouses. A court ordered the Human Capital Ministry to distribute it to the hungry. Instead, the ministry has filed appeal after appeal to ensure the goods keep gathering dust in storage, safely out of reach of the mouths of any hungry children. This week, Sandra Pettovello’s ministry finally exhausted its legal options after it was denied permission to play these hunger games in the Supreme Court.

Milei, meanwhile, is celebrating the fact that monthly inflation fell to 4% in July, a feat he feels is not receiving the praise it deserves. In a recent speech, he complained that his administration’s “economic miracle” is being lauded across the globe, except by Argentines themselves. Was he inadvertently reaching the point?

To be clear, child hunger was a grave problem in Argentina long before La Libertad Avanza came to power. In 2002, journalist Jorge Lanata interviewed Barbara, an 8-year-old girl in Tucumán, for his TV show Detrás de las noticias (Behind the News). Weighing just 20 kilograms at the time, she was introduced as the face of the devastating effects of the 2001 crisis on the country.

“My stomach hurts because I’m hungry,” Barbara said in that interview, trying helplessly to fight back tears. She was so hungry that she had reportedly fainted at school. Her father was one of thousands who had lost their jobs in the crisis, and the family couldn’t make ends meet. The story became a talking point for weeks, as society struggled to come to grips with Argentina’s very real issues with starvation. 

But, if such stories used to be received with consternation, they’re now met with indifference. The UNICEF report was the last question presidential spokesman Manuel Adorni took in his Friday press conference. He stressed that the executive branch had empowered Petovello to tackle the situation. Still, it’s hard to hope for much with the ministry going all-in on the battle to withhold food. 

Milei hasn’t commented, although he did find time to comment at length on Fabiola Yáñez’s domestic violence accusations against former President Alberto Fernández. 

We cannot allow the banalization of millions of famished children. Even if the Milei government believes adults should exit poverty through work, it must recognize that the same is not true of children. Even if it believes the state has no role in feeding the hungry, it should promote private sector solutions to the problem, fast. Networks of soup kitchens, which have been at the forefront of this scourge, need to be strengthened, not slashed. 

The government defends its measures as temporary pain that is necessary to wrest Argentina into line with the rules of fiscal responsibility, at which point the invisible hand of the market will supposedly lead the problem to fix itself. But Milei’s government is now dragging into its ninth month. Even if the economy were to bounce back, children don’t.

Children who suffer from malnutrition can experience stunting, weakened immune systems, cognitive limitations and other problems that will afflict them for the rest of their lives. For adults, such grinding poverty is awful. For children, it is unbearable.

Los niños con hambre no pueden esperar al “milagro económico”

Un millón de chicos se van a dormir con hambre todos los días, mientras el gobierno lucha con uñas y dientes para retener alimentos. Es inadmisible. 

El domingo es el Día de la Niñez en Argentina, una ocasión en la que niños de todas las edades reciben regalos y disfrutan una comida festiva con amigos y familiares. Es una celebración comercial, pero pone en relieve una verdad universal: cuidar y celebrar a nuestras infancias siempre debería ser una prioridad. 

En 2024, esa misión se está volviendo cada vez más difícil. La recesión económica que el gobierno diseñó para domar la inflación está arrojando cada vez más gente a la pobreza. Y había demasiada gente que ya era pobre. Esto está afectando a gente de todas las edades, pero el costo que están pagando los niños es devastador. 

La Casa Rosada publicó un video con imágenes de archivo de chicos saltando y dibujando en pizarrones, para saludarlos por el Día de la Niñez — y de paso atacando la denominada “ideología de género” — y afirmando que está “trabajando incansablemente por su bienestar y el cumplimiento de sus derechos”.  

Las cifras cuentan una historia muy diferente. Más de un millón de niños en Argentina se van a dormir sin cenar, según un informe de UNICEF publicado el martes pasado. Siete de cada 10 niños eran pobres en el primer trimestre del año, según cifras oficiales analizadas por la Universidad Católica Argentina. En ese mismo período, la pobreza total llegó a casi 54% y la indigencia a 20%, un aumento enorme sobre 2023, según un informe reciente de la Universidad Torcuato Di Tella.

El gobierno debería estar peleando directamente contra esta tragedia. En cambio, está peleando con uñas y dientes para poder continuar negándole la comida a la gente con hambre. En mayo pasado, periodistas revelaron que había 5000 toneladas de alimentos acumuladas en depósitos del Estado. Un juzgado le ordenó al ministerio de Capital Humano que las distribuya a la gente necesitada. Pero el ministerio apeló una y otra vez para asegurarse que los alimentos sigan juntando polvo en depósitos, fuera del alcance de los niños con  hambre. Esta semana, el ministerio de Sandra Pettovello finalmente agotó las instancias judiciales cuando se le denegó la posibilidad de elevar estos juegos del hambre a la Corte Suprema. 

Mientras tanto, Milei está celebrando que la inflación mensual cayó a 4% en julio, un logro que para él no está recibiendo las felicitaciones que debería. En un discurso la semana pasada, se quejó de que el “milagro económico” del gobierno está siendo aplaudido por todo el planeta, menos por los argentinos. ¿Acaso se explicó a sí mismo sin darse cuenta?

Para ser claros: el hambre infantil ya era un grave problema en Argentina mucho antes de que La Libertad Avanza llegue al poder. En 2002, el periodista Jorge Lanata entrevistó a Bárbara, una niña de 8 años de Tucumán, para su programa de TV Detrás de las noticias. Pesando solo 20 kilos en ese momento, la niña fue presentada como el rostro de los efectos devastadores de la crisis de 2001. 

“Me duele la panza del hambre,” dijo Bárbara en esa entrevista, aguantando las lágrimas. Tenía tanta hambre que se desmayaba en la escuela. Su padre era una de las miles de personas que habían perdido sus trabajos en la crisis, y su familia no llegaba a fin de mes. La nota se volvió tema de conversación durante semanas, en una sociedad que intentaba asimilar los problemas muy reales del hambre en Argentina.

Pero esas historias que antes eran recibidas con consternación, ahora solo generan indiferencia. El informe de UNICEF surgió en la última pregunta que el vocero presidencial respondió en su conferencia de prensa del viernes pasado. En ella subrayó que el Ejecutivo había empoderado a Pettovello para que maneje la situación. Pero es difícil tener expectativas mientras el ministerio sigue dándolo todo en su batalla para seguir reteniendo comida. 

Milei no hizo ningún comentario al respecto, aunque sí tuvo tiempo para comentar mucho sobre las acusaciones de Fabiola Yáñez al ex presidente Alberto Fernández por violencia de género. 

No podemos permitir la banalización de millones de niños con hambre. Incluso si el gobierno de Milei cree que la manera en que los adultos salen de la pobreza es a través del trabajo, debe reconocer que esto no es así con los niños. Incluso si cree que no es rol del estado alimentar a los hambrientos, debería promover soluciones del sector privado, y rápido. Las redes de comedores populares, que han sido la punta de lanza contra este flagelo, deben ser reforzadas, no recortadas. 

El gobierno defiende sus medidas describiéndolas como dolores temporarios que son necesarios para que Argentina se ajuste a las reglas de responsabilidad fiscal, luego de lo cual la mano invisible del mercado supuestamente hará que el problema se resuelva solo. Pero el gobierno de Milei ya está en su noveno mes. Incluso si la economía rebotara, los niños no lo harán.  

Los chicos que sufren desnutrición pueden desarrollar sistemas inmunes débiles, limitaciones cognitivas y otros problemas con los que vivirán el resto de sus vidas. Para los adultos, esta pobreza destructiva es horrenda. Para los chicos, es insoportable.   

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