Cut public education, Argentines will fight back

The president touched a nerve by slashing public university budgets, but couldn’t exploit it

Buenos Aires Herald Editorial (Versión en español a continuación)


Javier Milei rose to power by touching a nerve: Argentines’ eminent frustration with the economy and politicians. He hit another when messing with our public universities, but this time, he couldn’t milk political capital from the destruction.

Most protesters couldn’t even reach Plaza de Mayo.

On Tuesday, students, lecturers, professors, high school students, and supporters of all stripes marched en masse to protest biting cuts to the country’s national university system. Among the biggest in Argentine history, organizers estimated that 800,000 people turned out. The streets around the square were so full that it was impossible to cross Diagonal Norte. It took five hours for the crowds to clear. 

To understand why this march was so massive, we need to think about what public university means in Argentina. Here, students can study their whole undergraduate degrees for free, including at the University of Buenos Aires, a global Top 100 institution that has produced four Nobel laureates. (The fifth, Alberto Pérez Esquivel, is also a product of the public system, a graduate of the National University of La Plata.)

This makes it a powerful system for social mobility, a vessel for civic virtue, and an institution synonymous with democracy. In some ways, Argentines see their universities as essential to democracy in the same way that U.S. citizens view the press and freedom of speech.

A video of a Patricia Bullrich voter pleading with police not to clamp down on the protest went viral. Media outlets were awash with images of people of all ages holding books aloft. In a gesture of support, even some of Argentina’s most exclusive private universities — many of whose professors are themselves graduates from the public system — joined the march. 

While a vicious recession and years of economic decline have made it increasingly difficult to work and study, these universities are still places where the children of day laborers share classrooms with the children of lawyers and business owners. As well as providing world-class education, Argentine universities are a hotbed of personal development and social and political formation in a way that captures the hearts of those who pass through their corridors. 

The sight of the University of Buenos Aires brought to its knees by a power bill touches many Argentines to the soul. As for the government, we got a pre-recorded speech the night before the march in which the president talked about how well the economy is doing, surrounded by his silent economic team. The Human Capital Ministry announced a 70% increase in funds according to an agreement with universities. However, academic authorities denied that any such agreement had been reached.

Then, hundreds of thousands hit the streets nationwide under a new coat of arms symbolizing federal public education. The government’s response to political losses has usually been deadcatting, deflection, or going on the offense. This time it was limited mainly to posts on X (formerly Twitter), almost as if stunned. Tuesday’s march showed that with Argentina’s public universities, Milei has definitively picked a fight he cannot win — and perhaps he knows it.

Si recortan la educación pública, los argentinos van a resistir 

El presidente tocó una fibra sensible al ajustar el presupuesto de las universidades, pero no logró sacar rédito de ello 

Javier Milei llegó al poder tocando una fibra sensible: la eminente frustración de los argentinos con la economía y los políticos. Tocó otro nervio cuando se metió con nuestras universidades públicas, pero esta vez no pudo obtener capital político de la acción de destruir.  

Tanta gente salió a protestar que la mayoría ni siquiera pudo llegar a Plaza de Mayo. 

El martes pasado, estudiantes, profesores, académicos, alumnos de secundaria, y gente de todos los ámbitos protagonizaron una protesta masiva contra los recortes en el sistema público de universidades. Fue una de las marchas más grandes que se recuerden, con un estimado de 800.000 personas, según los organizadores. Las calles alrededor de la plaza estaban tan llenas que resultaba imposible cruzar la avenida Diagonal Norte. La desconcentración duró más de cinco horas. 

Para entender por qué esta marcha fue tan masiva, hay que considerar qué significa la universidad pública en Argentina. En este país, los estudiantes pueden cursar todas sus carreras de grado de forma gratuita, incluso en la Universidad de Buenos Aires, una de las 100 instituciones más importantes del mundo, que ha producido cuatro de los cinco premios Nobel argentinos. (El quinto, Alberto Pérez Esquivel, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, también es producto del sistema público.)

Esto la convierte en un poderoso sistema de movilidad social, un vehículo de virtuosidad cívica y una institución que es sinónimo de la democracia. En cierto modo, los argentinos ven a sus universidades como esenciales para la democracia, de la misma manera que los ciudadanos estadounidenses ven la prensa y la libertad de expresión.

Se volvió viral un video de una votante de Patricia Bullrich suplicando a la policía que no reprimiera la protesta. Los medios de comunicación se vieron inundados de imágenes de personas de todas las edades sosteniendo libros en alto. Incluso algunas de las universidades privadas más exclusivas de Argentina (muchos de cuyos profesores son graduados del sistema público) se unieron a la marcha en un gesto de apoyo.

Aunque una recesión brutal y años de declive económico han hecho que sea cada vez más difícil trabajar y estudiar, estas universidades siguen siendo lugares donde los hijos de obreros comparten aulas con los hijos de abogados y dueños de negocios. Además de brindar educación de clase mundial, las universidades argentinas son un semillero de desarrollo personal y formación social y política, una característica que gana el corazón de quien camina por sus pasillos.

La imagen de la Universidad de Buenos Aires de rodillas a causa de un proyecto de ley conmueve el alma de muchos argentinos. En cuanto al gobierno, la noche anterior a la marcha escuchamos un discurso pregrabado en el que el presidente, rodeado de su silencioso equipo económico, habló de lo bien que va la economía. El Ministerio de Capital Humano anunció un acuerdo con las universidades para un aumento del 70% en los fondos operativos. Sin embargo, las autoridades académicas negaron que se hubiera llegado a tal acuerdo.

Más tarde, cientos de miles de personas salieron a las calles de todo el país bajo un nuevo escudo que simboliza la educación pública federal. La respuesta del gobierno ante derrotas políticas generalmente ha sido neutralizar, desviar o pasar a la ofensiva. Esta vez se limitó principalmente a publicaciones en X (antes Twitter), casi como si hubiera quedado atónito. La marcha del martes demostró que con las universidades públicas de Argentina, Milei definitivamente ha elegido una pelea que no puede ganar. Y tal vez lo sabe.

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